Ecos de la Jornada Electoral
Ante todo yo doy gracias a Dios, por los avances de Durango en los más de ochenta años de Administraciones de un mismo partido; así mismo agradezco el empeño, los sudores y los avances que podemos disfrutar, como fruto de la aplicación personal y responsable. Ahora, pido a Dios las luces y los dones para […]
Ante todo yo doy gracias a Dios, por los avances de Durango en los más de ochenta años de Administraciones de un mismo partido; así mismo agradezco el empeño, los sudores y los avances que podemos disfrutar, como fruto de la aplicación personal y responsable. Ahora, pido a Dios las luces y los dones para que la nueva Administración sepa y pueda impulsar más allá los jalones del pasado.
Lo que más hemos de festejar es la manera en que se dio el cambio, esto es de modo civilizado, con la participación ciudadana en la urnas; antes de día 5 de junio se escucharon comentarios distorsionantes, y el domingo día 5, se dieron uno que otro intento de quebrantar el orden; pero, las plegarias de los fieles, lograron que prevaleciera la civilidad y que se impusiera la razón. Así, podemos asegurar que el resultado es fruto de la voluntad ciudadana.
Ahora, después del 5 de junio, vamos entrando en un intervalo que se prolongará hasta el 15 de septiembre, cuando tomará posesión el Gobierno entrante. Es como un compás de espera para que los próximos titulares del Gobierno Estatal, del Congreso del Estado y de las Cabeceras municipales, afinen sus mensajes y programas para tres o seis años.
Será un tiempo de meditación y de afinación ante Dios y ante sus conciencias, de sus propuestas, proyectos y tareas, de cara al pueblo que los puso al frente, incluyendo a los oponentes que también dieron a conocer sus propuestas. En este sentido, ojalá que el nuevo programa incluya también aspectos válidos expresados por la oposición, para que los programas concretos de trabajo sean inclusivos y no excluyentes; y así, seria y serenamente todos nos sintamos representados.
Un punto que sobresale, son los proyectos que se están ventilando en el Congreso de la Unión, sobre la ley tres de tres, como proyecto de combate a la corrupción; y que como proyecto apoyado por más de 600,000 firmas de ciudadanos y que en días pasados fue analizado por los Senadores, quienes al aprobarla la cercenaron en la parte donde se refiere a las declaraciones sobre bienes de los servidores públicos. El proyecto queda inconcluso, como instrumento contra la corrupción, cuestiona a los legisladores, quienes en el discurso la apoyaron, para frenar la corrupción, pero al final, la dejaron inclusa y hasta sin efecto.
Un aspecto importante en este cambio de estafeta, es la actitud costumbrista de apreciar los cambios de funcionarios a cualquier nivel, como puestos de asistencia pública; y acudir a ellos solicitando cargos, como se usa decir: “que me haga justicia la revolución”. Es el momento de observar que las autoridades competentes, no se dejen llevar por el amiguismo, por parentesco o por motivos parecidos. Ya se comienza a especular, acerca de quienes se sumarán al proyecto, que sea para sumar, no para vivir del erario.
Así como el día 5 de junio vimos triunfar a la oposición con la participación del pueblo, el gobernador electo sabe que debe gobernar para todos los duranguenses, y ahora debe discernir sabiamente a quienes invitar a colaborar en el gobierno del Estado. El gobernador electo, sabe que debe gobernar para todos, pero también debe discernir quienes puedan colaborar al proyecto. Pero, también debe discernir quienes en vez de sumar podrían restar y perjudicar a la causa de sacar adelante al estado; así que, no siendo la victoria electoral, fruto de los partidos políticos, ahora, las cuotas de poder a los partidos no tienen lugar.
Ahora, sí ganó la sociedad empoderada, ahora, la sociedad debe cogobernar en este proyecto; lo cual implica que personas ajenas a la vida política, se hagan visibles en las tareas de gobierno, para dar paso a una administración efectiva, a través de una ciudadanía empoderada; y dentro de ella, los mejores perfiles, no los mismos de siempre, en una “rueda de la fortuna”, no incluyendo a nadie por compadrazgo o imposición, sino por capacidad y méritos reales.