La Feria un buen augurio para todos

Todo mundo sabe que la feria inicia cuando empieza a llover, vayas o no el primer día, la Feria es el anuncio de un buen augurio. ¿A qué huele una feria?, muchos dirán que a elotes, tamales oaxaqueños, al aceite quemado donde las comerciantes fríen los antojitos mexicanos, a pan de nata, e incluso a […]

17/07/2018

Todo mundo sabe que la feria inicia cuando empieza a llover, vayas o no el primer día, la Feria es el anuncio de un buen augurio.

¿A qué huele una feria?, muchos dirán que a elotes, tamales oaxaqueños, al aceite quemado donde las comerciantes fríen los antojitos mexicanos, a pan de nata, e incluso a tradición y un poco de nostalgia. En Durango en cambio, la feria huele a tierra mojada.

Y es que desde 1971 las fiestas para celebrar la fundación de la ciudad se llevan a cabo durante el mes de julio, que marca el inicio de la temporada de lluvias. Por eso cuando le preguntas a los duranguenses ¿A qué huele la feria?, a su mente vienen esos días en los que los aguaceros podían entorpecer el tráfico y su andar por los pasillos, pero nunca frenar su intención de asistir a la viejas instalaciones ubicadas frente al estadio de los Alacranes de Durango.

Las generaciones de niños a partir de 2008 se habrán perdido la nostalgia que significaba aquellas calles atestadas de personas que iban o venían con peluches gigantes en mano, con sartenes, o cobertores comprados a los gritones que forman parte del folcklor que ha dado vida a ese rincón.

Seguramente tampoco sabrán la ilusión que provocaba el solo hecho de comprar un resorte, esos de colores fluorescentes con los que era fácil entretenerse. Mojarse los zapatos tratando de esquivar los charcos de las calles inundadas que rodeaban el recinto era parte de la narrativa de las fiestas de la ciudad.

Aun así la diversión era fácil, entretenerse en el carrusel, la rueda de la fortuna, los carritos chocones o el dragón, que en aquel momento era lo más aventurero a lo que podías aspirar formaba parte de la expectativa que cada julio llegaba acompañada de la emoción de las vacaciones de verano.

Y es que para los habitantes de aquella tranquila y callada ciudad colonial, según versa la composición que en 1943 hiciera célebre Miguel Ángel Gallardo, esta, la Feria de Durango representaba el único entretenimiento al que se podía aspirar, ya que los espectáculos musicales solo tenían cabida durante esa celebración.

En una plática, el director de la ahora Feria Nacional Durango, Julio Muciño Pereda, aseguró que esta fiesta no solo es la cartelera de artistas, pues existen una serie de atractivos que en su conjunto la hacen una tradición. Sin embargo, es imposible negar que el éxito de la misma siempre estará ligado al elenco artístico.

Seguramente por eso desde el año 2017, fecha en la que el gobierno emanado de otro partido político organiza la Feria, decidió apostarle a todo, aunque eso significara arriesgarse con un espectáculo de nivel mundial.

Le tomó a la feria de Durango 68 años para ser considerada un evento internacional. El primer paso sin duda, era mudarse de casa, de ahí que en 2008 optaron por un terreno de 40 hectáreas que hoy recibe a un promedio de 50 mil personas al día.

El concierto que marcó la nueva etapa de los festejos de la ciudad tuvo un preámbulo. Ricky Martin se presentó en 1994 con un costo por boleto de apenas 60 pesos, con tarifa preferente para estudiantes. 23 años después, el boricua regresó a Durango pero con un espectáculo de corte internacional cuyo costo por persona superaba los tres mil pesos, claro el exintegrante de Menudo ya juega en las grandes ligas con más de 60 millones de discos vendidos.

Así como Ricky Martin había cambiado, Durango también lo había hecho y había que demostrarlo, por lo que en 2017 el anuncio de su presentación en la capital para abrir la Feria Nacional Durango se interpretó como un augurio a lo que aspiraban las nuevas generaciones de duranguenses. Y la cartelera era la confirmación de que no se habían equivocado al elegir a su gobernador.

Te imaginas a todas esas personas encargadas de organizar la feria, reunidos en una mesa, el gobernador José Rosas Aispuro Torres, habla y seguramente les dice “necesitamos que esta sea la mejor feria que haya tenido Durango”, por eso Julio Muciño, se tomó esa responsabilidad muy en serio y se aventuró a echar sus cartas.

Si lo imaginas puedes empatizar con el hecho de no querer una fiesta de pueblo con el sello de Feria Nacional, un rumor que en las calles resonaba como un secreto a voces.

Ahora Julio Muciño Pereda, director de Ferias, Espectáculos y Paseos Turísticos recuerda con cara de quien ha cumplido su misión, que no fue fácil apostar por una cartelera internacional. Tenía los contactos, tenía la instrucción, tenía el dinero, pero también tenía miedo.

Vender 35 mil boletos en un estado donde el salario promedio es de seis mil pesos quincenales no suena fácil.

Por su parte Víctor Hugo Castañeda, entonces secretario de Turismo encamina el tema hacia una perspectiva más constitucional, pues según dijo es parte del cumplimiento del mandato constitucional que tiene el Estado Mexicano de facilitar el acceso a la cultura y los espectáculos. Al final poca gente conoce ese mentado mandato, pero vaya que el concierto tuvo éxito.

Si dejásemos una cámara fija para captar el proceso de creación de una feria veríamos que la cartelera es la espina dorsal de un monstruo que este año espera divertir a 1 millón 200 mil personas durante los 24 días que dura el festejo.

Y el 5 de agosto, a las 20:00 horas todos seremos testigos si se superaron las expectativas, aquellas a las que están obligados a cumplir luego de que los duranguenses vieron que su ciudad sí está para espectáculos de primer nivel.

Pese a 23 días de arduo trabajo por parte de los organizadores, la confirmación del éxito llegará una vez que las luces del escenario instalado en el estacionamiento 2 se apaguen y los gritos de euforia y expectación comiencen a surgir para abrirle paso al cantante español Enrique Iglesias.


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