Columna de columnas nacional (31 de mayo)

Desde la redacción de @loscabareteros ponemos a su consideración la “Columna de columnas nacional” del jueves 31 de mayo de 2018. El fraude patriótico, un fraude: ¿Qué podrían hacer ahora los operadores de la presidencia en la totalidad del territorio nacional que no pudieron hacer en su bastión hace unos meses? ¿Cómo harán para insuflar […]

31/05/2018

Desde la redacción de @loscabareteros ponemos a su consideración la “Columna de columnas nacional” del jueves 31 de mayo de 2018. El fraude patriótico, un fraude: ¿Qué podrían hacer ahora los operadores de la presidencia en la totalidad del territorio nacional que no pudieron hacer en su bastión hace unos meses? ¿Cómo harán para insuflar 30 puntos a su candidato presidencial en la jornada electoral? ¿Cómo inventar 15 millones de votos donde no los hay y sin que el país lo advierta?… Peña baja el telón.

Rayuela

Los dichos de la ONU sobre las desapariciones en Nuevo Laredo son mucho más que una alerta. El gobierno debe dar pronta y satisfactoria respuesta.

El fraude patriótico, un fraude

Jorge Zepeda Patterson escribe en El País acerca de lo infructuoso que ha sido el intento legal e ilegal por frenar a López Obrador: “Considero que José Antonio Meade es un hombre decente. Un hombre decente que, todo indica, está dispuesto a hacer indecencias impensables en nombre de la decencia. El candidato del gobierno a las elecciones presidenciales del 1 de julio, rezagado a un distante tercer lugar tendría nulas posibilidades de triunfo en una democracia electoral y, no obstante, sigue convencido de que será el ganador en las próximas elecciones. Su esperanza está nutrida por la convicción absoluta de que Andrés Manuel López Obrador, el candidato de la izquierda y quien le aventaja por 30 puntos en las encuestas, simple y llanamente no debe ser presidente del país. Lo que comenzó como un argumento descalificador típico de una campaña electoral (Obrador es un peligro para México) ha terminado por convertirse en artículo de fe, incluso si los votos dicen lo contrario. No pocos piensan como Meade. Hace algunos años escuché a un empresario tapatío decir “entre mi obispo y la verdad, me quedo con mi obispo”. Hay muchas señales de que en círculos cercanos a la presidencia han terminado por recurrir a un sofisma similar: entre la democracia y mi amor por México, optó por mi amor por México. O en otras palabras, han comenzado a convencerse de la necesidad de un fraude patriótico. Y una vez convencidos de que López Obrador va a hacer en México lo que Chávez y Maduro hicieron en Venezuela, no hay objeciones morales para cometer las infamias que sean necesarias con tal de “salvar a la Patria”. No obstante, y por fortuna, el destino del país no depende exclusivamente de los dilemas morales de los priistas y sus aliados (jodidos estaríamos). Cabe preguntarse si el esperpento de presidencialismo que sobrevive hoy en día tiene capacidad real para operar un fraude. Probablemente sí, si estuviéramos frente a la posibilidad de un empate técnico virtual entre dos contendientes. Pero la enorme desventaja con la que llega el candidato oficial a estos comicios, convertiría a su victoria en un escándalo inverosímil dentro y fuera del país, y en términos políticos equivaldría en la práctica a un intento de golpe de Estado. Y digo un intento, porque las posibilidades de instrumentar con éxito un fraude en esas condiciones son peregrinas. (…) ¿Qué podrían hacer ahora los operadores de la presidencia en la totalidad del territorio nacional que no pudieron hacer en su bastión hace unos meses? Si en su propio laboratorio apenas pudieron añadir dos puntos porcentuales a su gallo, ¿cómo harán para insuflar 30 puntos a su candidato presidencial en la jornada electoral? ¿Cómo inventar 15 millones de votos donde no los hay y sin que el país lo advierta? En suma, buena parte de la élite del país puede estar convencida de la necesidad de un fraude patriótico o equivalente con tal de impedir el arribo de López Obrador. El problema para ellos es que no están en condiciones de producirlo. La idea del fraude patriótico es, en sí mismo, un fraude. O, parafraseando al propio López Obrador, podrán soltar al tigre, pero no hay manera de que puedan seguir siendo dueños del circo”.

Peña baja el telón

Qué equivocados estábamos muchos en agosto de 2014. En este mismo espacio se escribió el día 8: “La próxima semana esperan se promulgue la reforma energética, con lo cual sucederán dos cosas importantes: finaliza el ciclo de las reformas económicas de segunda generación impulsadas por el Presidente, y empieza el sexenio de Enrique Peña Nieto. El gobierno comenzó en términos formales el 1 de diciembre de 2012, pero la administración de la política y la economía durante los primeros 615 días del sexenio no tendrá nada que ver con los mil 574 que le quedan por delante. Esta fue una fase de contención; en la que viene, el Presidente estará sin manos atadas y con todas las herramientas que le pidió al Congreso para la transformación del país. Mover a México tendrá que dejar de ser un discurso y convertirse en realidad”. ¿Cuál fue la realidad que venía? Incompetencia, es lo que demostró. Para ese entonces llevaba un año de fractura con las élites tras la reforma fiscal, que provocó que en agosto de 2013 su nivel de aprobación cayera por debajo de la desaprobación. “Retomará la iniciativa y probablemente la mano suave de todo este tiempo de negociación de reformas, regrese a la rigidez de esa clase política mexiquense sofisticada y apabullante”, se apuntó entonces. “Peña Nieto necesita salir bien en 2015 para estar mejor en 2018. La apuesta es grande, y cuando se juega alto se gana mucho o se pierde mucho”. Esto último es lo que sucedió. El Presidente jugó en ligas para las que no estaba capacitado ni él ni su equipo. La ruptura con sus aliados, los empresarios, fue visto entonces y todavía ahora como la recuperación del poder pleno en Los Pinos, sin compartirlo con los barones industriales, como creían había sido en el pasado, sin entender que inclusión no era cesión, y que el consenso para gobernar se construía, no lo dinamitaba la soberbia. Movió a la nación, pero en su contra. (…) Un poderoso secretario de Estado asegura que los empresarios, molestos por el maltrato de Los Pinos, se contaron entre las fuerzas oscuras que contribuyeron a magnificar la percepción de la corrupción presidencial. (…) No les fue difícil anidar la idea. La rapacidad cometida o solapada institucionalmente será una las historias de antología del sexenio. (…) Lo último (…) es el llamado empresarial a que haga algo en materia de seguridad y que no endose el problema al siguiente presidente. Peña Nieto respondió derrotado. Ha bajado el telón de su sexenio y espera entregar la estafeta. Estas son las señales que envía todos los días y que, hasta ahora, no hay absolutamente ninguna que indique lo contrario”.

Dos encuestas

Ayer se publicó una encuesta en el diario Reforma que le da a Andrés Manuel López Obrador el 50 por ciento de la intención de voto, lo que hace prácticamente imposible que se haga alguna trampa para que no gane las elecciones, quizá no por el margen que se maneja en dicha encuesta pero sí con claridad y ante la desesperación que esto provoca en los equipos de campaña de sus adversarios. En La Jornada, Julio Hernández López, escribe que: “según los resultados de la encuesta publicada ayer en el diario Reforma, Andrés Manuel López Obrador […] ha logrado ya que la mitad de los potenciales votantes se estén inclinando a su favor. Más de 50 por ciento de la intención del voto. Más que nunca. […]. Un ejercicio demoscópico que arroja tales datos indica de manera clara […], que es sumamente difícil que en un curso natural de las elecciones presidenciales pueda haber un resultado que no favorezca al tabasqueño. Su más cercano contendiente, el panista Ricardo Anaya, tiene la mitad de la intención del voto que Andrés Manuel López Obrador: 52 por ciento para éste; 26 para el queretano. […]. Otras encuestas muestran datos menos distantes entre los candidatos, pero siempre con una notable ventaja para López Obrador. De superar el 50 por ciento de la votación constitucional a su favor, Andrés Manuel sería un presidente de la República con una fuerza enorme, como en los peores momentos del más aplastante presidencialismo mexicano. Porque también se estima que su personalísimo partido, Morena, conseguirá un buen número de las gubernaturas en juego y una mayoría en las cámaras legislativas, llevando en todos los casos […] a personajes de una textura política e ideológica variopinta, defectuosa y reprobable en muchos casos, […]. Del lado priísta, sin embargo, los estrategas de Meade parecen no conformarse e intentan golpes desesperados. Ayer, Julio di Bella, actual coordinador de redes ciudadanas de la campaña del candidato postulado por el Partido Revolucionario Institucional, quiso atribuir al diario La Jornada la elaboración o pertenencia de una encuesta de opinión en la que el cinco veces secretario de Estado estaría a seis puntos de distancia del abanderado de Morena e incluso, en un peculiar malabarismo sólo explicado a base de retórica, al ponderar las tendencias de los indecisos, se conformaría un empate técnico (entre AMLO y Meade) con 33.1 y 31.3 por ciento, respectivamente. N’ombre, ¡unos genios! En realidad, la información publicada como nota sin firma en la página 13 de La Jornada […], fue correctamente atribuida en dos ocasiones a su fuente: Pop Group, empresa que habría hecho tanto la mencionada encuesta como el retorcimiento adjunto de que Meade ya estaría en una especie de empate técnico, a punto de rebasar al delantero, pues dos factores de los que se habla poco, pero que pesarán mucho en los resultados finales han comenzado a demostrar un crecimiento significativo: los electores indecisos y los votantes volátiles, que definirán al triunfador. […]”.

Victoria cantada

Los datos revelados ayer por la encuesta del diario Reforma indican que todo está prácticamente decidido en lo que se refiere a la elección presidencial, y lo relevante es que también se espera que los integrantes de Morena ganen las mayorías tanto en la Cámara de Diputados como de Senadores. En el Reforma, Sergio Sarmiento, escribe que: “la elección ya está cantada. Se sabía, pero la encuesta de Reforma de ayer ratifica que Andrés Manuel López Obrador no sólo está en primer lugar, sino que sigue creciendo. También sugiere la posibilidad de que Morena y sus aliados puedan conseguir una mayoría absoluta en el Congreso. Si consideramos la posible recomposición de las Cámaras después de que se integren, México podría regresar a los tiempos en que el Presidente tenía una mayoría de dos terceras partes en el Congreso, lo cual permitiría al grupo en el poder realizar cambios constitucionales sin negociar con nadie. […]. En diputados federales, Morena va adelante con 42 por ciento. Este porcentaje es importante porque la legislación mexicana permite un máximo de sobrerrepresentación de 8 por ciento. Dependiendo del número de distritos que ganen Morena y sus aliados, un resultado así permitiría que la coalición Juntos Haremos Historia pueda alcanzar la mayoría absoluta en el Congreso, lo cual le daría a López Obrador el control del proceso legislativo. El último Presidente que contó con mayoría absoluta fue Ernesto Zedillo, quien la tuvo sólo en los tres primeros años de su gobierno, de 1994 a 1997. Las reformas electorales que su propio gobierno impulsó en 1996 aseguraron que perdiera esa mayoría absoluta. […]. Pero si las reglas se hicieron para eso, ¿por qué se vuelve posible ahora esta mayoría constitucional? En primer lugar, porque la mayoría que está obteniendo López Obrador es muy superior a las de los últimos Presidentes. Enrique Peña Nieto fue electo en 2012 con 38 por ciento del voto, Felipe Calderón con 37 en 2006, Vicente Fox con 42 en 2000. Zedillo obtuvo 49 por ciento en 1994 y Salinas 50 en 1988. López Obrador parece ir en camino de obtener un triunfo con un porcentaje mayor que cualquier Presidente desde Miguel de la Madrid, quien obtuvo 71 por ciento en 1982 bajo un sistema que no era todavía plenamente democrático. En segundo lugar, se espera un reacomodo de legisladores una vez que éstos tomen sus escaños. Para conformar su alianza, el panista Ricardo Anaya dio un gran número de candidaturas a políticos del Partido de la Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano. Éstos no se quedarán en la bancada del Partido Acción Nacional. Tarde o temprano empezarán a gravitar en torno a Morena. Lo mismo ocurrirá con muchos diputados y senadores del Partido Revolucionario Institucional. Después de todo, Morena representa un retorno al viejo Partido Revolucionario Institucional, ese que se rebeló contra el partido a raíz de las reformas liberales. […]. López Obrador gozará de poderes enormes. Ningún Presidente los ha tenido desde los años ochenta. Espero los use con cordura”.

¡Estás despedido!

Parece que Donald Trump, Presidente de los Estados Unidos, ha ido perdido fuerza en lo que comenta a través de sus redes sociales. En El Universal, Carlos Loret de Mola, escribe que: “el mundo entero ya le tomó la medida a Donald Trump. Jefes de Estado, gobiernos, medios de comunicación ya saben que los exabruptos tuiteros del Presidente de Estados Unidos son eso: exabruptos tuiteros, que difícilmente se convierten en acciones. […]. Esto lo saben también los colaboradores de Trump. Y ya se ve que le están tomando la medida. Quizá por eso sorprendió entre el equipo mexicano de renegociación del Tratado de Libre Comercio que cuando estaban a punto de cerrar un trato, cuando todo apuntaba en esa dirección, cuando recibieron todas las señales de la Casa Blanca de que la primera quincena de mayo podrían anunciar un Acuerdo en Principio… no pasó. ¿Por qué no pasó? En el equipo mexicano, me dicen fuentes bien informadas, lo atribuyen a una sola persona: Robert Lighthizer, el jefe del equipo negociador estadounidense. Porque el yerno y súper asesor Jared Kushner estaba en la ruta de amarrar el trato, lo mismo el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y el director del Consejo Económico de la Casa Blanca, Larry Kudlow. Pero Lighthizer no. Y circuló en Washington que su negativa se debía a una sola cosa: en el momento en que terminara de renegociar el Tratado de Libre Comercio, Lighthizer perdería todo poder en la política interna, toda influencia en la agenda nacional y toda cercanía con el Presidente Donald Trump. Si termina el conflicto del Tratado de Libre Comercio, ¿qué le queda a Lighthizer? Quizá una sola cosa: el ‘you’re fired!’ de Donald Trump, el ‘¡estás despedido!’ que popularizó el Presidente cuando era protagonista de un reality show de televisión. […]. La apuesta de Lighthizer tiene, desde mi punto de vista, dos componentes políticos. El suyo, el de Estados Unidos, es que no quiere perder poder e influencia antes de las elecciones para renovar su Congreso, en noviembre. Pero los que lo respaldan están también calculando que el gobierno mexicano que está renegociando el Tratado de Libre Comercio va a salir muy debilitado de la elección presidencial del 1 de julio y entonces va a ser más fácil arrinconarlo: el gobierno débil frente a la potencia, argumento en el que han coincidido López Obrador y Ricardo Anaya para pedir que se suspenda la renegociación hasta después de los comicios. […]. Al parecer, el ‘never’ que tuiteó el presidente Peña Nieto como respuesta a la insistencia de Trump en un mitin de que México pagará el muro y hasta lo disfrutará, también queda en esa esfera de intercambios tuiteros. Veremos si los porcentajes de Guajardo se modifican en los próximos días”.

Por Héctor

Han sido seis los asesinatos de periodistas los que se han registrado este año, siendo el de Héctor González Arturo el último en darse a conocer en días recientes. En el Excélsior, Yuriria Sierra, escribe que: “enfrentamientos, bloqueos y persecuciones en Reynosa ocurridas apenas hace cuatro días. En esta ocasión murieron dos personas. Es la constante en Tamaulipas. Ocurrió sobre la carretera San Fernando-Reynosa: ‘En este tipo de situaciones de riesgo, las autoridades de los diferentes niveles de gobierno han aplicado de manera inmediata la desactivación de los bloqueos en un tiempo no mayor a los 30 minutos…’, palabras de Héctor González Antonio, corresponsal de Grupo Imagen en Tamaulipas. Jamás habríamos pensado que aquélla sería su última cobertura y éstas, sus últimas palabras para esta casa editorial. Héctor, nuestro querido Héctor, el sexto periodista asesinado en 2018. Es el tercero de este mes. […]. 118 periodistas asesinados en los últimos dieciocho años. 45 en los que va del sexenio de Enrique Peña Nieto. 48 durante el sexenio de Felipe Calderón. 22 en el gobierno de Vicente Fox. […]. De ellos, 91 por ciento ha sido hombres, 9 por ciento mujeres. Aunque, según la Comisión Nacional de Derechos Humanos, entre periodistas y fotógrafos, la suma de asesinatos aumenta a 136. Este año: Héctor González Antonio y Carlos Domínguez en Tamaulipas; Alicia Díaz en Nuevo León; Carlos Huerta en Tabasco; Leobardo Vázquez en Veracruz; Leslie Montenegro en Guerrero. Dos de estos asesinatos ocurrieron en aniversarios luctuosos de otros compañeros. A Leobardo Vázquez lo asesinaron cuando se conmemoraba un año de la ejecución de Miroslava Breach. En Veracruz despedían a Leobardo, mientras que en Chihuahua recordaban a Miroslava. En ambos estados, la exigencia fue/es la misma: justicia. A Carlos Huerta lo asesinaron cuando el gremio periodístico honraba un año del homicidio de Javier Valdez. En Tabasco despedían a Carlos, en Sinaloa recordaban a Javier. En ambos estados, la exigencia fue/es la misma: justicia. Retomo y me sumo a las palabras que ayer, en este diario, expresaron mis compañeros corresponsales y reporteros de esta casa editorial, pero que en realidad son las mismas que se escuchan en todas aquellas redacciones que han perdido a un compañero y aquellas otras, las siempre fraternalmente solidarias: ‘El dolor y la impotencia de perder a un compañero nos hace reflexionar sobre la embestida que han ejercido grupos criminales en contra de nuestra profesión, considerada ya a nivel internacional de alto riesgo. […]. Los periodistas del país no podemos permitir que las autoridades se conviertan en un árbitro en donde sólo cada vez que se comete un asesinato en contra de compañeros levantan la voz para condenar o para lamentar…’. Y este grito, esta línea, que exige aquello que parece un fin difícil de alcanzar, se escuchan hoy en todo el país. Por los periodistas asesinados; por las mujeres desaparecidas o asesinadas; por los hombres, adolescentes, niños y niñas que están lejos de casa; por esos mexicanos anónimos que esperan ser encontrados; por esas familias que hoy los están buscando… Basta de violencia. Justicia para todos. … Paz, seguridad; esos grandes pendientes mexicanos”.

La escalera de Andrés Manuel

Parte importante de las campañas políticas con los mítines que dan alrededor de la república los aspirantes y de lo que en ellos se hable, ya sea para imponer agenda, atacar o solamente ser una anécdota más en la bitácora de estas elecciones. En Milenio, Carlos Puig, escribe que: “no quiero meterme al debate de si unas encuestas son buenas y otras no tanto; todas coinciden en quién va en primer lugar, lejos del segundo y hace mucho tiempo ahí. Tal vez algo tiene que ver con la escalera de Andrés Manuel. Todos los días los candidatos tienen eventos, muchos tienen temas específicos delineados, que si la educación, que si las organizaciones de la sociedad civil, que si la inversión… muchas veces la coyuntura se pierde. Pero la campaña de Andrés Manuel nunca deja pasar la coyuntura. Le pedí a Jannet López Ponce, que lleva desde precampaña cubriéndolo, que me contara de la importancia de la escalera: ‘La escalera es fundamental. Si no hay escalera no hay entrevista. Y si no hay entrevista, no hay temas, hay poco que mandar. ¿Por qué? Porque entonces lo único que tenemos para mandar es el mismo discurso del evento que repite tres o cuatro veces al día desde hace años. […]. ‘En el evento, la escalera es tan cotizada como el candidato. Todos los días es motivo de alguna pelea. De César Yáñez con los organizadores porque el espacio es pequeño o porque no estaba contemplada […]; o de los reporteros con los organizadores porque no nos dejan pasar o porque siempre hay un montón de fans esperando su foto. Y claro, de los simpatizantes voluntarios que ayudan a la logística… todos quieren controlar la escalera, quién sube, quién no, quién se acerca, quién no y, claro, ellos mismos quieren su foto con López Obrador. […]. En la tele, todos los días, López Obrador sale siempre en un medio plano, rostro frente a la cámara. Buen encuadre, micrófonos a la altura del pecho, respondiendo a temas del día. Poniendo agenda. A Meade ya no le gustan estos chacaleos, nadie se acerca al candidato, en la tele sale dando discursos, como en spot. Anaya los hace a veces, a ras de piso, se ve desde arriba, rodeado de micrófonos, incómodo, mal encuadre. Estos tiempos son de ganar votos y a veces basta una escalera”.

AMLO y la Corte: ¿respeto o sometimiento?

Otro de los conflictos que tiene Andrés Manuel López Obrador es el del nombramiento de los nuevos integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En El Universal, el periodista Salvador García Soto, escribe que: “una de las incógnitas más importantes que plantea el posible triunfo de Andrés Manuel López Obrador en la elección presidencial, es cómo sería su relación, si llega a ser titular del Ejecutivo, con los otros dos poderes federales que, en teoría y según la Constitución y el equilibrio de poderes, deben ser el contrapeso a un poder presidencial que por décadas, en la era priísta, sometió y controló tanto a ministros de la Suprema Corte como a los diputados del Congreso de la Unión. La formación política del candidato de Morena, finalmente presidencialista de la vieja escuela, apunta a que sería un presidente invasivo y no muy respetuoso de la autonomía de los otros dos poderes. Al menos hacia allá apuntan las recientes declaraciones y críticas de López Obrador con las que cuestionó tanto al trabajo y el desempeño de los ministros de la Corte, como a los elevados y onerosos sueldos que perciben ellos, los magistrados electorales y los diputados y senadores. ‘¿Saben de algo que hayan hecho los de la Suprema Corte en beneficio de México, se han enterado de algo que hayan resuelto a favor del pueblo?’, preguntó el candidato de Juntos Haremos Historia el lunes pasado en un mitin en Atlacomulco. Y él mismo se respondió de inmediato: ‘Nada’. […]. El interés de Andrés Manuel en la Corte y su conformación no es de los últimos días. Desde febrero pasado, cuando comenzó el último periodo de sesiones del Congreso, el entonces precandidato de Morena hizo un encargo particular, sólo uno, a los senadores de su partido Zoe Robledo y Manuel Bartlett: evitar a toda costa cualquier intento de realizar ‘nombramientos anticipados de ministros de la Corte’ por parte del Presidente Peña Nieto y su grupo. […]. Y es que, por ley, el Senado puede nombrar ministros desde el momento en que el presidente de la Corte, Luis María Aguilar, les notifique a los senadores de las próximas vacantes, sin importar que aún no se haya terminado la gestión de los ministros salientes. Por eso Morena quiere evitar más conflictos de intereses y ‘ministros a modo’ en el ocaso del sexenio peñista. De hecho, quienes conocen bien a López Obrador, afirman que él buscaría que los nuevos nombramientos de ministros ya le correspondieran al próximo presidente y precisan que, por sus votos garantistas en materia de derechos humanos y contra la corrupción, el perfil de ministros que buscaría tener el lopezobradorsimo serían de la línea de Arturo Zaldívar, a quien incluso se menciona como un posible futuro presidente de la Suprema Corte de Justicia, para lo cual ya se mueven votos y cabildeos en el Poder Judicial. Así que, en su relación con el Poder Judicial, hay una parte segura y otra muy incierta: lo seguro es que de ganar la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador buscaría proponer al Senado que los dos futuros nombramientos de ministros sean con perfiles y gente externa al Poder Judicial, incluidos algunos nombres de juristas cercanos a él, pero de los cuales podría haber dudas de su honorabilidad. […]”.

2 de julio

La mayoría nos hemos enfocado en que todo salga lo mejor posible el primero de julio. En el Excélsior, Pascal Beltrán del Río, escribe que: “la preocupación no debiera girar en torno de lo que ocurra el domingo 1 de julio, sino el lunes 2. Tenemos un sistema electoral que, pese a sus limitaciones y desfiguros, posee una característica básica de la democracia: cada voto corresponde a un ciudadano distinto y gana quien más votos obtiene. Entonces, no veo razón para que quien sea declarado triunfador de la elección presidencial no cuente con legitimidad para gobernar. Podrá gustarle a unos y no gustarle a otros, pero habrá Presidente de la República elegido por la mayoría de los votantes […]. Seguramente, el 1 de julio no sucederá nada grave que tenga que ver con la organización de las elecciones. […]. Si hay problemas, éstos ocurrirán a partir del 2 de julio. ¿Cuáles pueden ser? Fundamentalmente, tres: que alguno de los perdedores no acepte el veredicto de las urnas y crea que él importa más que el país; que el ganador no tenga la grandeza para buscar la suma de quienes pierdan y que el largo periodo de transición […] dé lugar a un vacío de autoridad que impida lidiar con dos temas de la mayor importancia: la economía y la seguridad pública. Sin demérito de los dos primeros puntos, me extenderé en el tercero porque me parece que no se la ha dado la importancia suficiente. […]. Pero ¿qué justifica hoy en día que México tenga un proceso de transición tan largo? La reforma constitucional que comenzará a operar en 2024 lo reducirá a cuatro meses (de las elecciones en junio a la toma de posesión en octubre), pero sigue siendo excesivo. Y el problema que tenemos en 2018 es la incertidumbre económica que tiene agarrado al mundo, así como el crecimiento exponencial de la violencia criminal en muchas partes del país. ¿Habrá una adecuada coordinación entre el gobierno actual y el equipo del ganador de la contienda presidencial para hacer frente a esas dos amenazas? Ojalá que sí. ¿Pero si no? La historia ha probado que, sin coordinación, los periodos de transición son potencialmente tiempos de riesgo, en los que se fermentan problemas que pueden estallarle en las manos al gobierno entrante. […]. Se antoja que en Veracruz una transición entre los Yunes, padre e hijo, sea manejable. Pero ¿qué pasará si Miguel Ángel Yunes Linares tiene que entregarle el poder a Cuitláhuac García, el candidato a gobernador del partido de su archirrival Andrés Manuel López Obrador? En Veracruz, la toma de posesión será el 1 de diciembre, misma fecha de la asunción del nuevo Presidente. Sin embargo, en Tabasco […] la toma de posesión será el 1 de enero. Sólo tres estados, Guanajuato, Morelos y Yucatán, tienen una toma de posesión que se adelanta al 1 de diciembre. En el primero, será el 26 de septiembre y en los dos siguientes, el 1 de octubre. En la Ciudad de México será el 5 de diciembre; en Jalisco, al día siguiente; en Chiapas, el 8 de diciembre, y en Puebla, el 14 de diciembre. Ojalá que la palabra que marque estos lapsos entre la votación y la toma de posesión sea la colaboración. Para ello se necesitará primero que se conjuren los dos primeros riesgos que se asomarán en el horizonte del país el 2 de julio: la no aceptación de los resultados por parte de quienes pierdan la Presidencia y las gubernaturas y la falta de grandeza de los ganadores para entender que han recibido una oportunidad para servir temporalmente a los ciudadanos, no servirse de ellos”.

A un mes de unas elecciones sin ideología

Solamente un mes queda para que sea el día de las elecciones, y en Milenio, Joaquín López Dóriga, escribe que: “lo que parecía lejano está al alcance de la mano, como todos los plazos fatales. Hoy estamos a un mes de las elecciones del 1 de julio, en las que estarán en juego 3 mil 236 cargos de elección popular: mil 614 alcaldes, nueve gobernadores, 972 diputados locales y 500 federales, 128 senadores y el presidente de la República. Nunca se habían elegido tantos cargos de elección popular en una sola jornada a la que llegamos en condiciones también inéditas: han expulsado a las ideologías, han desaparecido entre las alianzas de los extremos. ¡Quién iba a pensar hace unos años que el Partido Acción Nacional iría con el Partido de la Revolución Democrática, que fueron los extremos, derecha e izquierda! ¡Quién podría imaginar, hace dos años, que Morena se aliaría con un partido confesional, evangelista, de nuevo lo que se dice izquierda con otra derecha, ésta extrema! […]. Coinciden también en que el enemigo a vencer es, le decía, el Partido Revolucionario Institucional, al que colocan en tercer lugar. Y difieren, por cálculos electorales en el protagonismo: el Partido Acción Nacional dice que ya es una competencia de dos, dando por muerto a José Antonio Meade, y Andrés Manuel López Obrador repite aquel sonríe, que ya ganamos, dejando la competencia como ya resuelta a su favor. También el Partido Revolucionario Institucional se presenta diferente. Por primera vez va con un candidato no militante, ciudadano, y con el reto de que éste opere en dos frentes: con la militancia del partido y con los ciudadanos, labor casi imposible. Como sea, esto no se decide hasta que se decida, parafraseando el gran Yogui Berra, más exacto que la hora del reloj atómico al afirmar que esto no se acaba hasta que se acaba. Y a esto le falta un mes para que se acabe”.

Reunión de empresarios

En Milenio, su columna de trascendidos Trascendió, asegura que: “que anoche salieron algunas conclusiones de la reunión de la comisión ejecutiva del Consejo Coordinador Empresarial. Primera: Juan Pablo Castañón negó que se hubiera reunido el Presidente con la IP para favorecer a algún partido o candidato. Segunda: el diálogo del enlace de Morena con los empresarios, Alfonso Romo, continúa, pese a que se cayó por segunda vez la reunión del candidato con ellos, fijada para el 1 de junio. El 8, por cierto, quedó confirmada la cita con José Antonio Meade, y también sigue abierta la fecha con Ricardo Anaya. Tercera: que aun si confirmaron que ‘no hay línea’ para llamar a votar contra Andrés Manuel López Obrador, sí comentaron los mensajes contra un eventual gobierno populista de algunos líderes de la cúpula empresarial, como José Ramón Elizondo, Héctor Hernández Pons, Eloy Vallina Lagüera, José Antonio Fernández Carbajal, Germán Larrea, Andrés Conesa, Alberto Baillères y Claudio X. González”.

General de AMLO bendice a Meade

A pesar de ser adversarios políticos, la cordialidad entre las personas no se queda de lado, y así lo demostraron Ricardo Monreal y José Antonio Meade. En El Universal, Bajo Reserva, asegura que: “cosas de la política: están en distintas trincheras en la elección presidencial, pero eso no es obstáculo para la cortesía y los buenos modales. José Antonio Meade, candidato del Partido Revolucionario Institucional a la Presidencia, coincidió en el aeropuerto de Tampico con Ricardo Monreal, uno de los generales de la campaña de Andrés Manuel López Obrador. Don Pepe se acercó a saludar a don Ricardo y ambos conversaron por unos minutos. ¿De qué hablaron? Nos cuentan que Meade habló de su gira por Tamaulipas y por Zacatecas […]. Ahí hay gente buena, comentó Ricardo, quien le deseó bendiciones al aspirante del tricolor y le envió un saludo para su padre, don Dionisio Meade. Los dos personajes viajaron la tarde del miércoles de Tampico a la Ciudad de México. Cosas de la política…”.

Arrepentimiento

Muchas veces se ha planteado la idea de una segunda vuelta electoral en México pero por diversas razones eso no sucederá al menos en esta elección, y es algo de lo que se pueden arrepentir en el PRI. En Reforma, Templo Mayor, asegura que: “ahora que por todos lados se dice que varias voces le han pedido al PPP (Primer Priista del País) Enrique Peña Nieto que intervenga para bajar de la contienda presidencial a José Antonio Meade, hay quienes afirman que, si escuchara consejos, no estaría en ese predicamento. Tanto representantes de la Inversión Privada como actores políticos cuentan que al menos cinco veces durante el sexenio le plantearon al Presidente la necesidad de impulsar reformas para crear la segunda vuelta electoral y la figura de gobierno de coalición, pero él se negó. Dicen que en cada ocasión, Peña argumentó que promover esas reformas era tanto como aceptar por adelantado que el Partido Revolucionario Institucional no tenía oportunidad de ganar la elección del 2018. Y creen que, si les hubiera hecho caso, los priistas no tendrían como tarea actual lograr que su gallo remonte una ventaja de más de 30 puntos en las encuestas. Su meta sería más sencilla: lograr que el puntero no obtuviera la mitad más uno de los votos”.

@loscabareteros


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