Columna de columnas nacional (4 de julio)
Desde la redacción de @loscabareteros ponemos a su consideración la “Columna de columnas nacional” del miércoles 04 de julio de 2018. Para qué sirve la aplastante mayoría de AMLO. La traición de Peña. López Obrador debe convertir su triunfo en el triunfo de México… La merecida debacle del PRI. Reconciliación. Rayuela Viniendo de Trump, su […]
Desde la redacción de @loscabareteros ponemos a su consideración la “Columna de columnas nacional” del miércoles 04 de julio de 2018. Para qué sirve la aplastante mayoría de AMLO. La traición de Peña. López Obrador debe convertir su triunfo en el triunfo de México… La merecida debacle del PRI. Reconciliación.
Rayuela
Viniendo de Trump, su promesa de buenas relaciones con AMLO hay que ponerla en solfa.
Para qué sirve la aplastante mayoría de AMLO
La victoria de la coalición Juntos Haremos Historia, simboliza una enorme oportunidad de realizar los cambios anunciados por AMLO durante su campaña, pues otorga mayoría en el congreso que puede favorecer al hoy virtual Presidente. En Milenio, Carlos Puig, escribe que: “las cuentas preliminares que ayer presentó Oraculus de cómo podría quedar el próximo Congreso, con base en el PREP, son aplastantes: si las cosas se mantienen, la coalición de partidos que compitieron bajo Juntos Haremos Historia, Morena, PT y PES, habrán obtenido cómodas mayorías legislativas. Entre 310 y 313 diputados y entre 68 y 70 senadores[…]. Estas mayorías legislativas servirán, por supuesto, para cosas cotidianas y necesarias al principio de la administración, pienso sobre todo en aprobaciones de nombramientos, más que hoy hay tantos pendientes a ese respecto, tal vez algunos cambios en la estructura de la administración federal, incluyendo la separación de la CNS para hacerla otra vez secretaría. Servirán también para hacer los pocos cambios legales constitucionales que el mismo López Obrador ha anunciado para el inicio de su mandato, siempre ha dicho que las reformas de gran calado vendrían en la segunda mitad del sexenio. El resultado de ayer en el Legislativo es sobre todo oxígeno puro para el más importante proyecto de López Obrador y su gobierno a partir de septiembre: la reorientación presupuestal […]. Buena parte de los diputados hasta ahora estaban ahí para defender los intereses y el dinero de sus gobernadores. Los partidos con ellos negocian las candidaturas porque son fundamentales para traer dinero a cada estado. Los que llegan no están amarrados más que a la ola que trajo el próximo presidente. Y si esto fuera poco, según datos de PREP locales, la coalición podría terminar con mayorías en hasta 20 congresos estatales, los que aprueban los presupuestos locales. La victoria del domingo, pues, trajo torta bajo el brazo. Enorme torta”.
La traición de Peña
Raymundo Rivapalacio escribe en El Financiero acerca del papel de peña Nieto en la elección: “Temprano en su sexenio, el presidente Enrique Peña Nieto convocó a los líderes priistas a Los Pinos y les dijo que él no tendría una sana distancia del PRI, como lo había dicho años antes el presidente Ernesto Zedillo, sino un sano acercamiento. El salón Adolfo López Mateos, donde se realizó el evento, estalló en aplausos. Las comparaciones lo ensalzaban. Zedillo entregó la banda presidencial a Vicente Fox, quien derrotó al candidato oficial Francisco Labastida, en lo que muchos de los priistas consideraron que fue una entrega pactada del poder. Con Peña Nieto, los priistas pensaban que iba a ser diferente, al regresar a Los Pinos después de 12 años de ausencia, pero los resultados electorales del domingo los metieron en la pesadilla sobre si el PRI podrá sobrevivir la humillación de las urnas. Los resultados son un desastre para el partido que alguna vez lo fue todo. José Antonio Meade alcanzó 16 por ciento del voto, según los datos preliminares, 6.0 por ciento menos de lo que tuvo Roberto Madrazo en 2006, cuando los gobernadores del PRI, molestos por la forma como se hizo de la candidatura presidencial, le quitaron el apoyo. Fue el peor momento en la historia del PRI, pero este domingo cayó todavía más. Si a Zedillo lo denostaron, a Peña Nieto, convertido en posible sepulturero del PRI, lo van a crucificar. Ya está cantado lo que viene. Ulises Ruiz, exgobernador de Oaxaca y que aspira a la presidencia del partido, anticipó la semana pasada que este lunes comenzarían a pedirle cuentas a Peña Nieto. No será el único. El colapso de la imagen del presidente no se frena por nada. La presidencia fue, en muchos sentidos, el Principio de Peter de Peña Nieto, y en este espacio se han narrado diversos episodios que lo demuestran. Pero este domingo, conservar el poder era lo único que le garantizaba que sus reformas se mantuvieran y consolidaran. La derrota de Meade es un revés más grande para él que para el candidato, que hizo mucho más de lo que podía con una campaña acotada y siempre bajo la sombra de un presidente que se entrometió lo suficiente para estorbar e involuntariamente sabotear, pero nunca para ayudar. Eso fue desde el principio. (…) En los congresos locales, prácticamente desapareció en Aguascalientes y Chihuahua, perdió casi toda su fuerza en Baja California Sur y en Chiapas, donde la imposición de un candidato priista a gobernador fracturó la alianza estatal con el Partido Verde y se desplomó. Incluso en Campeche, que gobierna uno de los priistas más aguerridos, Alejandro Moreno, su control fue horadado por Morena. Los cómputos apenas empiezan y se ven ominosos para el PRI. Para quien presumía de ser un experto en materia electoral, como Peña Nieto, los resultados deberían ser vergonzosos. Sus decisiones probaron ser tan equivocadas que colocó al partido en el camino de la extinción. El riesgo de que en el hundimiento de la nave que creyeron poderosa haya una diáspora hacia Morena, fue tratado de atajar por el líder del PRI, René Juárez, en el discurso de concesión de la derrota el domingo pasado, cuando apeló a los militantes a la cohesión, en estos momentos de amargura, y no a la dispersión. El presidente Peña Nieto, como jefe político del PRI, ha guardado silencio hasta ahora. Nadie todavía le está pidiendo públicamente cuentas por lo hecho, pero no tardarán. Será una de las facturas que tendrá que pagar en el semestre que le queda de poder”.
López Obrador debe convertir su triunfo en el triunfo de México
Enrique Krauze, escribe en El Financiero, acerca del triunfo de López Obrador: “La tercera es la vencida, reza un famoso dicho que Andrés Manuel López Obrador repitió varias veces en la campaña que lo ha llevado a ganar la presidencia de México, según el conteo rápido del Instituto Nacional Electoral, con 53 por ciento de los votos, el porcentaje más alto en una elección presidencial mexicana. Habiendo perdido por un margen discutido y estrechísimo en 2006, y nuevamente en 2012, perseveró en su propósito por la vía democrática. Recorrió palmo a palmo el país, estableciendo un contacto cercano, magnético, casi religioso con la gente. Ese vínculo es la raíz y razón de un triunfo que no se explica por motivos externos ni como una respuesta a la agresiva actitud del presidente Donald Trump contra México. Obedece más bien al hartazgo de los mexicanos con nuestros problemas y al modo en que AMLO, como se le conoce, ha logrado encauzarlo hacia la esperanza de decenas de millones de personas en lo que él llama “el cambio verdadero”. El programa de López Obrador ha sido objeto de amplias críticas, pero contiene un potencial que ahora tendrá la oportunidad de materializarse. No obstante, lo que reclama este gran país, y lo que el mundo espera de nosotros, es algo mucho más trascendental que el éxito de un líder de izquierda. Frente a un gobierno estadounidense que ha perdido la brújula moral, México puede volverse el emblema de un desarrollo con paz y justicia social (…) Los problemas ancestrales de México son la pobreza y la desigualdad social. Otro problema que parece nuevo sin serlo es la corrupción, que en el pasado permanecía oculta. Ahora que hay reflectores mediáticos e institucionales que la exhiben, los mexicanos muestran cero tolerancia. La impunidad que gozan quienes han incurrido en ella es un agravio nacional. Pero seguramente el problema que más desvela a las familias es la violencia, que el país no padecía desde hace un siglo, en los tiempos convulsos de la Revolución mexicana. Desde el comienzo de este siglo, hay más de doscientas mil víctimas de la violencia. Mucha gente considera, con razón, que el Estado es el culpable de esta situación porque ha abdicado de su responsabilidad de ofrecer seguridad al ciudadano. (…) He sido un crítico persistente de López Obrador. Mis preocupaciones esenciales son políticas. En una nación con apenas dos décadas de experiencia democrática, el triunfo de AMLO puede derivar en una concentración de poder sin precedentes. En la larga era del Partido Revolucionario Institucional (PRI), los presidentes no eran dueños del partido hegemónico. AMLO es el dueño del partido Morena (fundado en 2014), que quizá llegue a ser hegemónico. En el pasado, los presidentes no eran poderosos por su carisma personal sino por el carácter institucional de la presidencia. El poder de AMLO provendrá de ambas fuentes. Muchos mexicanos lo ven como su salvador, pero la experiencia histórica demuestra que la política no es, ni puede ser, un camino de salvación sino, en el mejor de los casos, de mejora gradual. ¿Sabrá AMLO, tan propenso al insulto y la descalificación de sus críticos, tolerar límites o poner límites a su poder personal? Hoy es día de mirar al futuro. López Obrador debe convertir su triunfo en un triunfo de México. La clave estará en abrir una etapa histórica en la que el espíritu de conciliación, la tolerancia, el respeto pleno a la libertad de expresión priven sobre la polarización, el encono y la censura. Si adopta ese espíritu y si respeta y fortalece la vida institucional, dará un ejemplo de liderazgo ético y democrático. México lo merece. El mundo lo merece. Ambos lo necesitan”.
La merecida debacle del PRI
Leo Zuckermann escribe en Excélsior acerca de la debacle del PRI el 01 de julio 2018: “El domingo, el PRI sufrió la peor derrota de su historia. Se trata de una buena noticia y explico por qué. Antes, presento los números que comprueban la paliza que recibió el tricolor en las pasadas elecciones. Su candidato presidencial, José Antonio Meade, recibió el 16.4% de la votación nacional, 5.6 puntos porcentuales menos que lo que había obtenido Roberto Madrazo en 2006 en la peor elección presidencial que había tenido el PRI. Sebastián Garrido, con base en datos del PREP, encontró que Meade no ganó en ni un solo estado de la República, en ni uno solo de los 300 distritos electorales, sólo en 8.2% de los dos mil 464 municipios y en 3.4% de 156 mil 823 casillas instaladas. Hoy el PRI tiene 48 senadores que representan el 34% de este órgano legislativo. De acuerdo con la proyección de Javier Márquez de oraculus.mx, con base en datos del PREP, en la próxima Legislatura el tricolor tendrá 14 senadores, equivalentes al 11% del total. Hoy el PRI cuenta con 204 diputados federales, que representan el 41%. En la siguiente Cámara de Diputados, según Márquez, habrá 42 priistas, el 8%. El PRI tendrá menos diputados que el PT (61) y el PES (58). De ser el principal grupo parlamentario en la Cámara baja, pasará a ser el quinto. Ni qué decir de su fuerza en los estados. El domingo no ganó ni una de las nueve gubernaturas que estaban en juego. Perdió la única en la que tenía una probabilidad de ganar: Yucatán. Gobernará sólo en 13 entidades de 32, la gran mayoría estados poco poblados. En la joya de la corona que todavía gobiernan, el Estado de México, el PRI salió derrotado el domingo. Gobernará en 19 de los 125 municipios, ninguno de ellos de los más poblados. Es, de lejos, la peor cifra en su historia. Ni se diga en el Congreso local, donde sólo ganó un distrito de 45. Serán la tercera fuerza electoral en la legislatura del estado gobernado por Alfredo del Mazo. Por donde se vea, un desastre. ¿Por qué es una buena noticia? Estoy convencido que la gente rechazó mayoritariamente al PRI por la percepción, ganada a pulso, de que se trata del partido más corrupto de México. La corrupción fue la que hirió, quizá de muerte, al PRI en esta elección. No es gratuito. Como dije, el PRI se ganó su mala fama”.
Reconciliación
La reconciliación fue el tema medular del discurso de AMLO ante su inminente triunfo en las elecciones del pasado domingo, reconociendo que hay trabajo pendiente en temas de transparencia y corrupción, llamó a los mexicanos a estar unidos de cara al cambio que se aproxima en el país. En Milenio, Carlos Marín, escribe que: “para lograr la cuarta transformación del país, López Obrador se propone reconciliar a los sectores enfrentados en los últimos años. En rigor y por su significado, dejar atrás una pelea, retomando una amistad u otro vínculo que se encontraba interrumpido por una desavenencia. Y ofrece acabar con lo que considera fuente de la violenta inseguridad: la corrupción, problema endémico en el servicio público, del que están afectadas amplias capas de la sociedad y en el que México tiene el sitio 135, entre 180 naciones, del Índice Global. Para ello tiene la mesa puesta con las siete nuevas leyes en la materia que diputados y senadores han sido incapaces de ponerles cabeza. Morenizado, el nuevo Congreso bien puede, en su primera semana de actividad en septiembre, nombrar al ansiado fiscal general…”.
La democracia mexicana se renueva rechazándose
La reconciliación tras la jornada electoral no es sólo limar asperezas entre militantes de distintos partidos, es una reconciliación de los ciudadanos con la democracia. En Milenio, Héctor Aguilar Camín, escribe: “el domingo debe haber quedado reconciliada con la democracia mexicana la absoluta mayoría de los mexicanos. O, al menos, la mayoría absoluta que votó por López Obrador. Si algo fue claro en la jornada del domingo es que los votos de los inconformes no solo se contaron y contaron, sino que fueron reconocidos sin regateo alguno por las instituciones y por sus competidores. El hecho debería de marcar un antes y un después en el aprecio por la democracia de los mexicanos, que rutinariamente le dan uno de los más bajos rangos entre países latinoamericanos […]. El voto del domingo pasado fue un gigantesco voto de castigo contra los usos y costumbres de la democracia mexicana, contra el descrédito de los partidos y los gobiernos nacidos de ella, contra su corrupción, su ineficacia y contra su representatividad diluida. No es la menor de las paradojas el hecho de que ese voto de rechazo valga hoy como un voto de legitimación de la democracia misma, como el principio de un nuevo reparto de la representación y el poder. La democracia realmente existente encontró en el rechazo mayoritario la puerta a su renovación. Yo diría que goza hoy de una nueva legitimidad, rubricada por el triunfo de quienes más inconformes estaban con ella, ahora sus triunfadores. Los votantes fallaron contra la democracia que tenían y al hacerlo le devolvieron la credibilidad. Se hicieron parte de ella, la rejuvenecieron, se volvieron, de un día para otro, sus beneficiarios y uno esperaría que sus guardianes”.
Una buena noche no hace una luna de miel
Este ambiente de conciliación, podría ser sólo producto de la euforia temporal del momento, por lo que los actores políticos habrán de demostrar su intención de que esto se mantenga. En El Universal, Carlos Loret de Mola, escribe que: “anoche la democracia mexicana dio su mejor partido. El hombre que más la había atacado fue electo Presidente de México por un amplísimo margen. Con elegancia y altura inesperadas, sus rivales reconocieron la derrota y lo felicitaron por su triunfo tan pronto cerraron las casillas. El ganador fue generoso, tolerante e incluyente en su discurso de victoria. Y de nuevo ahogó la euforia: por el desempeño de una noche, nos creímos una avanzada democracia europea. Ojalá la euforia por el talante democrático de los principales líderes políticos de México se sostenga por su desempeño no sólo en una noche, sino en adelante. Pero antes de considerarnos una avanzada democracia europea, hace falta recordar que ya en los años 2000 y 2012 los candidatos del partido en el gobierno, el priísta Labastida y la panista Vázquez Mota, respectivamente, habían salido prontamente a admitir su derrota y que, por el contrario, el único político que nunca ha reconocido un revés electoral es el vencedor del domingo. Quizá entonces México […] en la democracia, está en el nivel de siempre. Y no da para la euforia ni para el enojo. Quizá, ojalá, sea el principio de una era a otro nivel”.
¡El Senado tampoco está como para echar cuetes!
El congreso sufrirá una modificación importante tras la elección, lo cual podría definir el rumbo de las reformas. En Reforma, Templo Mayor dice lo siguiente: “a partir de septiembre el Senado tendrá un rostro inédito, pues la presencia del PRI, PAN y PRD será poco menos que simbólica, toda vez que Morena se llevó los escaños de ¡24 estados! El frente integrado por PAN, PRD y MC ganó en seis entidades, Movimiento Ciudadano por sí mismo sólo en una y el PRI, ¡agárrense!, únicamente en Yucatán, lo que convierte a Jorge Carlos Ramírez Marín en el último de los mohicanos tricolores. La mayoría de los notables que integrarían la casta privilegiada de las bancadas priista, panista y perredista nomás no pudieron superar el tsunami morenista. Entre los derrotados están figuras como los mexiquenses César Camacho y Alejandra del Moral, muy cercanos al Presidente; lo mismo que el ex Gobernador de Chihuahua, José Reyes Baeza. ‘Ora que el relevo tampoco está como para echar cuetes, pues habrá que irse acostumbrando a decir Senadora Nestora Salgado y Senador -¡gulp!- Napoleón Gómez Urrutia”.
Lo que dejó la elección
Una victoria para Juntos Haremos Historia, fue también un golpe duro para el PRI impulsado por fuerza la fuerza del coto de castigo. En el Excélsior, Pascal Beltrán del Río, escribe que: “lo se veía una victoria electoral como la que obtuvo el domingo Andrés Manuel López Obrador desde los tiempos del todopoderoso PRI. De acuerdo con las cifras del PREP […], el candidato de la coalición Juntos Haremos Historia se llevó todas las entidades del país, salvo Guanajuato, estado que ha ganado el PAN por cuatro elecciones presidenciales consecutivas […]. Sería injusto llamar ‘carro completo’ a la victoria de López Obrador y Morena, pues dicha expresión estaba asociada con el voto corporativo. Salvo que se pruebe lo contrario, la avalancha de votos que se dio el domingo fue propiciada principalmente por el enojo social con la corrupción y la inseguridad. Aun así, la extensión del fenómeno electoral del domingo trae recuerdos de la contundencia con la que acostumbraba ganar el PRI […]. Morena también se hizo de la mayoría en el Congreso de la Unión, con 218 diputaciones de mayoría para su coalición, así como 25 estados ganados en la elección del Senado. De no tener gubernatura alguna, el partido de López Obrador de pronto se topa con que tendrá cuando menos cinco: Chiapas, Ciudad de México, Morelos, Tabasco y Veracruz. Además, ganó varias capitales estatales y la mayoría en distintos congresos locales. A partir de diciembre, la Presidencia de la República y la capital del país estarán en manos del mismo partido por primera vez desde 1997 […]. Antes del domingo, se creía que al PRI no le podía ir peor que en la elección presidencial de 2006, cuando el candidato Roberto Madrazo obtuvo 9.2 millones de votos o 22 por ciento del total […]. Aunque Acción Nacional no quedó tan desplumado como el PRI, el del domingo fue su peor desempeño electoral desde 1988. El candidato presidencial Ricardo Anaya obtuvo un porcentaje menor al de Diego Fernández de Cevallos en 1994 (22 contra 25 por ciento), con la diferencia de que ‘El Jefe’ contendió únicamente por el PAN y Anaya lo hizo por una coalición que incluía al PRD y MC. Es cierto, el panismo puede atrincherarse en las gubernaturas –el domingo ganó las de Yucatán y Guanajuato y probablemente también la de Puebla, que se suman a otras diez que tiene de momento–, pero enfrenta un conflicto interno que quizá termine con una escisión mayor a la que causó la candidatura de Ricardo Anaya. Para las elecciones intermedias de 2021, ¿veremos aparecer nuevos partidos integrados por expanistas, experredistas y expriistas?”
Primera reunión del gabinete de AMLO
Tras la elección, la inminente fractura del PAN comenzará a salir a flote. En El Universal, Bajo Reserva se dice que: “fuertes nubarrones y una tormenta amenazan con caer sobre la sede nacional del PAN en la Ciudad de México. Luego de los resultados adversos para el PAN en las elecciones federales y en algunas entidades, el Gobernador de Aguascalientes, Martín Orozco Sandoval, advirtió que aquellos que cometieron errores no deberán seguir como los actores principales del partido. Ayer don Martín señaló que en algunos temas los gobernadores fueron ignorados por el PAN, pero ahora no lo permitirán, porque a pesar de todo le aportaron al partido ‘y, bueno, también no nos gustó mucho que nos llevara la ola por errores de otros lados’. Será que el Gobernador se encuentra en ese grupo que el ex candidato presidencial Ricardo Anaya aseguró que busca hacerse a la mala del control del partido. Ya huele a tierra mojada y se siente una brisa: la tormenta está por caer sobre el Acción Nacional.
Los logros son producto de la perseverancia. Morena lo logró
Sobre los logros de AMLO y Morena en Milenio, su columna de trascendidos Trascendió, asegura que: “luego de abandonar el PRD en 2012, se pensó que Andrés Manuel López Obrador no podría construir un movimiento político que aspirara al poder, pues Morena nació en 2014. Sin embargo, cuatro años después demostró que no sólo se podía ganar electoralmente, sino también aplastar a los tres partidos hegemónicos, PRI, PAN y PRD, a los que prácticamente ha dejado minados tras los comicios del pasado domingo. Tan sólo en Hidalgo, Morena obtuvo carro completo: siete diputaciones federales, 18 legislaturas locales y la senaduría. En cinco de nueve estados arrasó y aún hay dos en disputa. Los logros son producto de la perseverancia. Morena lo logró”.
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