El horizonte político
Ojalá que en esta entrega semanal, los ciudadanos electores tengan ya más serenidad por el resultado del pasado día 5, considerando que votamos, no buscando un triunfo electoral que nos beneficie individualmente sino buscando un beneficio común que ante todo nos beneficie como pueblo. De lo apenas dicho, se sigue que también puedan desprenderse satisfacciones […]
Ojalá que en esta entrega semanal, los ciudadanos electores tengan ya más serenidad por el resultado del pasado día 5, considerando que votamos, no buscando un triunfo electoral que nos beneficie individualmente sino buscando un beneficio común que ante todo nos beneficie como pueblo. De lo apenas dicho, se sigue que también puedan desprenderse satisfacciones individuales. Pero ante todo, nuestra participación en la jornada cívica, es y será, un ejercicio civil de bautizados para transformar nuestra sociedad.
Por el Bautismo y la Confirmación, los cristianos somos injertados en el Sacerdocio de Cristo, para vivir en gracia y servir de fermento en las sociedades del mundo, para transformarlo de salvaje en humano y de humano en divino. Por esta razón, todo quehacer del cristiano es acción sacerdotal derivada del único Sacerdocio de Cristo; y este ejercicio sacerdotal de todo cristiano entronca con el Sacerdocio de Cristo, hasta que aparezca brillante el Reino de Dios.
El Concilio Vaticano II nos marca un derrotero para los laicos; pero esta orientación es para todos en la Iglesia: “el apostolado de los laicos se ordena a manifestar al mundo, con palabras y obras, el mensaje de Cristo y a comunicar su gracia,… por el ministerio de la palabra y de los Sacramentos,… se complementan mutuamente los laicos y los ordenados. Son innumerables las ocasiones que tienen los laicos para ejercitar el apostolado de la evangelización y de la santificación. El mismo testimonio de la vida cristiana y las obras buenas realizadas con espíritu sobrenatural tienen eficacia para atraer a los hombres hacia la fe y hacia Dios” (GS 6).
El cometido de los laicos cristianos no consiste solo en el testimonio de la vida; los laicos cristianos han de buscar ocasiones o coyunturas para anunciar a Cristo. “Son muchísimos, los que tarados en vida por el materialismo práctico, no quieren saber nada de la clara percepción, o bien, oprimidos por la miseria no tienen tiempo para ponerse a considerarlo… muchos piensan encontrar su descanso en una realidad propuesta. Otros, esperan del solo esfuerzo humano, la verdadera y plena liberación de la humanidad, y abrigan el convencimiento de que el futuro del hombre aparecerá sobre la tierra y saciará los deseos de todos”.
Pero avancemos, considerando que “la índole social del hombre muestra que el desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la propia sociedad están mutuamente condicionados. Porque el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones y debe ser la persona humana, la cual por su misma naturaleza, tiene absoluta necesidad de la vida social.
La vida social pues no es para el hombre, sobrecarga accidental. Por ello, a través del trato con los demás, de la reciprocidad de servicios, del diálogo con los hermanos, la vida social engrandece al hombre en todas sus cualidades y le capacita para responder a su vocación” (GS, 25).
“La índole social del hombre demuestra que el desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la propia sociedad están mutuamente condicionados. Porque el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales, y debe ser la persona humana, la cual, por su misma naturaleza, tiene absoluta necesidad de la vida social. La vida social no es pues, para el hombre sobrecarga accidental. Por ello, a través del trato con los demás, de la reciprocidad de servicios, del diálogo con los demás, la vida social engrandece al hombre en todas sus cualidades y le capacita para responder en su vocación”.
Los cristianos entendemos por bien común “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros, el logro más pleno y más fácil de la propia perfección. El desarrollo debe permanecer bajo el control del hombre; no debe quedar en manos de unos pocos, o de grupos económicamente poderosos en exceso, ni tampoco en manos de una sola comunidad política o de ciertas naciones más poderosas en exceso. Por el contrario, es preciso que en todo nivel, el mayor número posible de hombres, y en el plano internacional el conjunto de las naciones puedan tomar parte activa en la dirección del desarrollo. Así mismo, es necesario que las iniciativas espontáneas de los individuos y de sus asociaciones libres colaboren con los esfuerzos colaboren con los esfuerzos de las autoridades públicas y se coordinen con estos de forma eficaz y coherente” (GS ).