Hacia el nuevo Gobierno un himno católico
Cuando los católicos iniciamos una importante tarea misionera o evangelizadora, invocamos así a la Santísima Trinidad: “Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor; envía Señor tu Espíritu y todo será creado y se renovará el aspecto de la tierra”. Esta plegaria nos remonta al […]
Cuando los católicos iniciamos una importante tarea misionera o evangelizadora, invocamos así a la Santísima Trinidad: “Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor; envía Señor tu Espíritu y todo será creado y se renovará el aspecto de la tierra”.
Esta plegaria nos remonta al origen de la creación, cuando nuestro Dios y Creador sacó de la nada la luz, las aguas, las plantas, las lumbreras del firmamento, llenó las aguas de toda clase de peces y las aves, diciendo: “crezcan y multiplíquense” los seres vivientes por especies: y dijo Dios que era bueno. Al final, dijo Dios: “hagamos a los seres humanos, a nuestra imagen, según nuestra semejanza, y creó Dios a los seres humanos a su imagen…, varón y mujer los creó… Vio Dios lo que había hecho y todo era muy bueno”.
Nuestra fe católica, tiene como misterio fundamental, el misterio de la Santísima Trinidad. Desde siempre, el Creador nos precede en la existencia como Padre, Hijo y Espíritu Santo; en Unidad de Personas, que viven en el misterio de la perfecta Comunión y Amor, aunque nosotros podemos invocar separadamente a cada una de las tres Divinas Personas o a las tres juntas: “la fe de todos los cristianos se cimenta en la Santísima Trinidad”; pues no hay más que un solo Dios, el Padre Todopoderoso y su Hijo Único y el Espíritu Santo: la Santísima Trinidad” (Catecismo de la Iglesia Católica, 232-233).
Este misterio de comunión y amor es la vocación a que estamos llamados todos los bautizados, misterio que, aunque nos trasciende, también nos alienta y los cristianos de los cuatro primeros siglos del Cristianismo, tenían en gran estima, usando las palabras de “koinonía, eirene, symphonía, sociedad”, etc. a veces combinadas, pero siempre orientadas a plasmar en la vida cotidiana la armonía, el amor, la fraternidad y la comunicación cristiana de bienes materiales y espirituales. En la intención de estos términos, se trataba de imitar a las tres Divinas Personas: y esto ha de ser también la mira hacia donde se encaminen nuestros objetivos humanos y ciudadanos, en la coyuntura del cambio de Gobierno en nuestro Estado: el amor, el respeto, la solidaridad, la comunicación cristiana de los bienes.
En Dios, las personas divinas son realmente distintas entre sí; pero hay relaciones entre las tres: el Padre es quien engendra; el Hijo es engendrado, el Espíritu es el Quien procede del Padre y del hijo. La distinción real de las personas entre Sí, no divide la unidad divina. Cuando se habla de las relaciones entre las tres Divinas Personas, la distinción no divide la unidad divina; hablando de las relaciones entre las Personas Divinas, creemos en una sola naturaleza o substancia. Hablando de la Santísima Trinidad, no existe oposición de las relaciones: A causa de esta unidad, “el Padre está todo en el Hijo y todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre y todo en el Espíritu Santo; y el Espíritu Santo está todo en el Padre y en el Hijo” (Concilio de Florencia, 1442).
Y llegados a este punto, recordemos que nosotros fuimos bautizados “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”; entendiendo que la partícula “en el nombre” se puede entender que fuimos dedicados a la Santísima Trinidad. Y, por tanto, nos corresponden relaciones de unidad, amor de caridad e inseparabilidad.
Todo esto puede parecer elevado o etéreo. Ojalá nos ayuden las palabras de S. Gregorio Nacianceno a sus fieles a la hora de bautizarles: “Ante todo, guardadme este buen depósito, por el cual vivo y combato, con el cual quiero morir, que me hace soportar todos los males y despreciar todos los placeres: quiero decir la profesión de fe, en el Padre, y el Hijo y el Espíritu Santo. Os la confío hoy. Por ella os introduciré dentro de poco, en el agua y os sacaré de ella. Os la doy por compañera y patrona de toda vuestra vida. Os doy una sola Divinidad y Poder, que existe Una en los Tres, y contiene los Tres de una manera distinta. Divinidad sin distinción de substancia o de naturaleza, sin grado superior que eleve o grado inferior que abaje… Es la infinita con naturalidad de tres infinitos. Cada uno, considerado en Sí mismo, es Dios todo entero…, Dios los tres, considerados en conjunto,… No he comenzado a pensar en la Unidad cuando ya la Trinidad me baña con su esplendor. No he comenzado a pensar en la Trinidad, cuando ya la unidad me posee de nuevo… (PG 36, 417).
Nadie se asuste con esta página: basta que eleven el pensamiento y la mirada a favor del Estado de Durango y que vuelvan a leer estos renglones.