Jesucristo (7)
El profeta Zacarías dice en la primera lectura de hoy: exulta “grandemente hija de Sion, hija de Jerusalén. Porque viene tu Rey que es justo y victorioso: cabalga sobre un asno, un burrito hijo de la asna; y hará desaparecer los carros de Efraín y los caballos de Jerusalén; será roto el arco de guerra, […]
El profeta Zacarías dice en la primera lectura de hoy: exulta “grandemente hija de Sion, hija de Jerusalén. Porque viene tu Rey que es justo y victorioso: cabalga sobre un asno, un burrito hijo de la asna; y hará desaparecer los carros de Efraín y los caballos de Jerusalén; será roto el arco de guerra, anunciara la paz a las gentes, su dominio será de mar a mar y del río a los confines de la tierra”.
Este oráculo fue compuesto hacia el fin del cuarto siglo A.C. Cuando fue compuesto este oráculo la comunidad judía no poseía algún poder político y la casa de David hacía siglos que había perdido su rol dominante. El oráculo pues, es mesiánico y el Rey anunciado es el ideal del monarca davídico que no se apoya en medios humanos sino que pone humildemente su confianza en Dios, por ello los profetas son justos o sea salvados, en Jesús subyace la idea de sufrimiento y victoria, porque su fuerza está en Dios. En el reviven las figuras de David y Salomón (1 Rey 1, 33-44) y como rey de paz para Israel y para todas las gentes el iniciara la política del desarme, concepto que frecuentemente aparece en contextos mesiánicos: (Salmo 45, 9 -10; Is 9, 6;11, 6-9).
En la segunda lectura (Rom 8.9,11-13). “Si con la ayuda del Espíritu hacen morir las obras del cuerpo, vivirán”. La libertad obtenida en Cristo, hace que el principio de acción dominante, no sea más el pecado o la carne. Ahora, El Espíritu es la fuerza dominante que hace tender a la plena participación, a la vida en Cristo, a la resurrección, dado que la Resurrección en Cristo está estrechamente ligada a la nuestra. Pero, esta realidad que es operada en nosotros por el don del Espíritu, queda aún como una opción cotidiana.
(Mt. 11, 25-30). “Yo soy manso y humilde de corazón”. Los capítulos 11 y 12 de Mateo, manifiestan en toda su virulencia, la oposición al Reino, apenas insinuada en los capítulos (8-9). Son típicas las ciudades de Corazaím, Betzaida y Cafarnaúm y, más concretamente los fariseos (c. 12,14). En trozo evangélico se inscribe en este contexto de violencia, no como no como un martillo errático: el Evangelio lo presenta como los misterios del Reino, revelados por Cristo, Hijo de Dios a los pequeños y sencillos, humildes y mansos de corazón.
Ellos, son los discípulos, los pobres de espíritu y sencillos, los oprimidos por el peso de la ley y las observancias farisáicas. Jesús los llama a la libertad, a una adhesión incondicionada a Él, que es el único que puede aligerar el peso de la Ley, porque es el único que puede hacer todo ligero, porque se presenta humilde ante Dios y manso con los hombres.
Héctor González Martínez
Arzobispo Emérito