¡Se acerca la Navidad!

Durante esta semana que iniciamos, irá en aumento el nerviosismo por los preparativos para la noche del día 24 al 25 de este mes; noche en que cristianos y no cristianos nos felicitamos con rezos, villancicos, regalos y cena acompañada con sidra. Permítanme desde ahora, algunas sugerencias, para una celebración sana, que fomente la unidad […]

18/12/2016

Durante esta semana que iniciamos, irá en aumento el nerviosismo por los preparativos para la noche del día 24 al 25 de este mes; noche en que cristianos y no cristianos nos felicitamos con rezos, villancicos, regalos y cena acompañada con sidra. Permítanme desde ahora, algunas sugerencias, para una celebración sana, que fomente la unidad familiar y la vida cristiana.        

En primer lugar, dado el origen de la primera Navidad, que se congregue la familia, que haya un espacio de recogimiento silencioso que permita interiorizar el misterio que nos congrega; siga un tiempo central de lectura bíblica, plegarias y villancicos; alguna piñata o aguinaldos; alguna persona sola o pobre invitada a cenar;  sea sobrio el consumo de bebidas espiritosas; también los regalos sean acordes a la pobreza evangélica: mantengamos el estilo sobrio y austero del nacimiento de Cristo en Belén.

Ahora profundicemos en nuestra celebración de Navidad. La primera lectura de la Misa de medianoche de Navidad está tomada del profeta Isaías y se sintetiza en “Nos ha sido dado un hijo”. El profeta Isaías, después de haber recordado la triste situación del pueblo en el exilio, presenta la situación en su aspecto de luz, de gozo, y de liberación; y en los últimos dos versos completa su canto describiendo al libertador; con una densa síntesis de títulos al niño que nos ha nacido atribuye en modo eminente, todas las virtudes de los héroes de Israel: “la sabiduría de Salomón, la bravura de David, la piedad de Moisés y de los patriarcas; Él es el verdadero Emmanuel”.

La segunda lectura es de S. Pablo a Tito: “Apareció la gracia de Dios portadora de salvación para todos los hombres”. S. Pablo, en su Carta a Tito, a quién Él convirtió del paganismo, y a quién puso después como Obispo de Creta, desarrolla tres puntos: 1.-  Da el significado del nacimiento de Cristo: “es la manifestación de la gracia de Dios y fuente de salvación para todos los hombres” (v. 11).  2.- En las pocas palabras de un versículo,  bosqueja la obra salvífica realizada por Cristo: “Él se ha entregado por nosotros, para rescatarnos de toda iniquidad, y formarse un pueblo santo que le pertenezca, celoso en buenas obras” (v. 14).  3.- Indica que  el ejemplo de Cristo, debe orientar  la vida de todo cristiano: “renunciar al mal; vivir en la justicia y en la piedad (12 b); y esperar a nuestro gran Dios y salvador Jesús” (v. 13). La última expresión profesa claramente la divinidad de Cristo.              

En el Evangelio, S. Lucas expone con sentido salvífico, dos datos históricos esenciales: el viaje de María y José a Belén en tiempos de Cesar Augusto y el nacimiento de Jesús en pobreza. Como muchos otros datos bíblicos, el viaje de María y José y el nacimiento de Jesús, son datos que podemos llamar por sí mismos reflejos, espejos o mensajes y hasta evangelios o más sencillamente signos que nos transmiten salvación descendente relacionada con la vida presente y futura de los hombres; son ya cumplimiento de las profecías, pero al mismo tiempo están en tensión hacia otro futuro: hacia otro cumplimiento en la Pascua. Los cristianos no sólo presentamos los hechos, con su significación actual; se les da una nueva interpretación salvífica pascual y eterna: Jesucristo nos enseñó en la última Cena a trascender nuestra individualidad: “hagan esto en conmemoración mía”.

Nosotros, que casi siempre nos movemos a flor de tierra, mucho necesitamos levantar más alto la mirada: y la Navidad es   oportunidad providencial, para  levantar las manos, el corazón y todo nuestro ser rindiendo alabanzas y acciones de gracias a Dios Padre Omnipotente, porque en el misterio del Verbo Encarnado que hoy celebramos, aparece a los ojos de nuestra mente la luz nueva de su fulgor, ya que conociendo a Dios visiblemente, somos atraídos al amor de todo lo trascendente e invisible.              

También aprendemos que en la Encarnación del Verbo, avanza la reintegración del universo. Ya que en el misterio admirable de la Navidad, el Verbo invisible aparece visiblemente en nuestra carne,  para asumir en Sí toda la creación y elevarla de su caída. Engendrado antes de los siglos por el amor del Padre, comenzó a existir en el tiempo, oh Padre, para reintegrar el universo a tu diseño y reconducir hacia Ti a la humanidad dispersa.

Por todo ello, Oh Santísima Trinidad, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, desde lo hondo de mi ser te canto con toda la creación: “Santo, Santo, Santo, Señor Dios, Señor Dios, Señor Dios de los Ejércitos; llenos están los cielos y la tierra de vuestra gloria. Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo. Amén, Amén, Amén”.


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