Sheila la salva

Nueva York.- Hace apenas un año que Drew Barrymore anunciaba la ruptura de su matrimonio con Will Kopelman, tras cuatro años juntos y dos hi­jas. La actriz había ganado peso, su actitud era pesi­mista, pero Netflix y la serie Santa Clarita Diet llegaron a su vida. Así, de la mano del pro­ductor Victor Fresco, la […]

05/05/2017

Nueva York.- Hace apenas un año que Drew Barrymore anunciaba la ruptura de su matrimonio con Will Kopelman, tras cuatro años juntos y dos hi­jas. La actriz había ganado peso, su actitud era pesi­mista, pero Netflix y la serie Santa Clarita Diet llegaron a su vida.

Así, de la mano del pro­ductor Victor Fresco, la ac­triz volvió a la vida a través de este proyecto, que ya tiene confirmada su segun­da temporada.

“Recuerdo que no que­ría trabajar para nada. Quería estar en casa, criar a mis hijos, para mí ya estaba terminado, pero en cuanto leí el guión fue tan diferen­te, me dio alegría, placer, me dio risas, me sacó de mi miseria. Sheila hizo mi vida mucho mejor, me desper­tó, por su valentía, su alegría, me encantó. Estaba perdida, pero quería tra­bajar con estos chicos. Soy afortunada”, dijo durante su encuentro con diversos medios de comunicación internacionales.

Además de dar vida a la protago­nista de la serie que se desarrolla en un tranquilo suburbio en Esta­dos Unidos, Drew también funge como productora ejecutiva, lo que también contribuyó a me­jorar su estado de ánimo.

“He producido des­de hace mucho. He hecho de todo desde hace años. Honestamente no quería participar mucho, porque quería estar en casa y criar a mis hijos, pero ellos (Fres­co y Timothy Olyphant) me hicieron querer trabajar otra vez, y ha sido la ex­periencia profesional más increíble. Con Timothy también comprometido, en automático me decidí a volver, fue algo grande para mí, porque también me salvó.

“Me gusta lo divertido. La mejor razón para firmar como productor es que es­tás en todos lados y te ase­guras que todos estemos en la misma página. Antes, como productora todas eran cosas de vida o muerte y aquí todo fue muy casual. Es padre ser parte todo este proceso, me da poder, me emociona más, pero Vic­tor estaba a cargo de todo, no hubo drama, los escrito­res fueron maravillosos, los guiones eran cada vez más divertidos”, reiteró.

Y aunque está satisfecha con el éxito que ha tenido tras su regreso, su prio­ridad son sus hi­jas Olive (2012) y Frankie (2014).

“Actuar te consume y quiero tiempo para mis hijos”, enfatizó.

Santa Clarita Diet es la primera serie en la que Barrymore participa, aun­que tiene casi 40 años de trayectoria artística. La re­ticencia de la actriz para participar en proyectos más largos que una pelí­cula era por la cuestión del tiempo, pero también por el temor de que a la larga el proyecto dejara de pare­cerle interesante.

“Mi máximo temor como actriz era el hecho de pensar en que llegara un guión y que éste no me gustara. ¿Qué haría en ese caso?, porque en el cine hay un inicio, un nudo y un desenlace y se acabó. Pero aquí cada semana llegaba algo mejor que lo anterior, que me emocionaba leer y que todos comentábamos. Era como un regalo sema­nal del que podíamos ha­blar y disfrutar.

“Tal vez seguiré hacien­do más televisión. He pro­ducido televisión con mi compañía, pero ninguno en el que haya estado. Es un honor ser parte de la fa­milia de Netflix, tienen una enorme confianza que qui­zá otras cadenas o estudios no tendrían, porque tam­poco trabajan igual que ellos”, explicó.

Santa Clarita Diet cuenta la historia de Joel (Olyphant) y Sheila (Barry­more) Hammond, quienes son agentes inmobiliarios y residentes en Santa Cla­rita, en la periferia de Los Ángeles. Su vida es bastan­te normal, hasta que Shei­la parece que ha fallecido, pero se ha convertido en una zombi.

Para Drew, lo más di­vertido de esta producción de Netflix fue la idea de co­mer cualquier cantidad de cosas que le ponían en­frente, ya que dada la con­dición de zombi de Shela, su personaje, ésta se de­bía alimentar de órganos humanos.

“Estuvimos muy cerca­nos a la gente de efectos es­peciales y a los de catering porque nos propusieron muchas cosas asquerosas. Siempre fue diferente, lo que comía lo mantenían interesante, ya fuera algo deshidratado, algo que parecía gelatina, una sopa rara. Era parte del trabajo y claro que estaba consu­miendo más calorías de las que tengo en mi dieta dia­ria, pero tenía que hacerlo y ¡me encantó! La idea de ducharme todos los días al terminar el trabajo era muy divertido para mí”, finalizó.


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