Viven los duranguenses la Pasión de Cristo
El sol no mermó la fe que la ciudadanía aún tiene en el hijo de Dios
El sol no mermó la fe que la ciudadanía aún tiene en el hijo de Dios
Por: César Álvarez Atienzo
En Durango se continúa con las tradiciones que marca la Iglesia Católica y una de ellas es la representación del viacrucis, el cual es un acto lleno de piedad y meditación donde se interpreta la Pasión de Cristo.
La Parroquia de Nuestra Señora del Refugio ubicada en el barrio de Tierra Blanca fue cede de una escenificación más de este evento.
Era una mañana soleada, el termómetro marcaba 17 grados centígrados, las personas que iban llegando lo hacían con sombrillas, lente oscuro, rompa ligera, gorras, en la mayoría de los casos, entre la concurrencia no había limite de edad puesto que desde niños recién nacidos hasta personas de la tercera edad estuvieron presentes.
Todos expectantes a la salida de Jesús, cuando de pronto sale entre golpes y empujones… comienza el juicio donde Poncio Pilatos se lava las manos, se hace a un lado y donde se muestra la falta de valor para no condenar al hijo de Dios.
Se da marcha a un recorrido por las calles de Tierra Blanca, la gente sigue paso a paso cada momento del viacrucis, Ernesto Martínez quien representó a Cristo carga una cruz de madera la cual pesa poco mas de 30 kilos y mide mas de 2 metros y dice “que es una experiencia única, llena de motivación, felicidad, el representar a la imagen del Salvador”, quien además asegura que esta es la segunda ocasión que le toca realizar este acto.
Durante el camino los guardias golpean sin piedad a Jesús, lo humillan, lo degradan, lo ofenden, entre los espectadores hay caras largas, de angustia, desesperación, impotencia.
En el trayecto, Cristo cae tres veces, mismas en las que se levantó, demostrando un poder sobre humano, único, un poder divino.
Cuando al final se llega al punto de la crucifixión, el silencio es rotundo, lagrimas, caras de asombro, angustia permanecen, cantos y rezos están presentes.
Por ultimo Jesús de Nazaret es crucificado, pero no dejan de humillarlo, ya que le dan a tomar vinagre, le entierran una lanza en la parte de las costillas, pide clemencia y no se la dan.
La gente comienza a retirarse ya más tranquila, dicen que “este día según la tradición es muy grande” y regresaran más tarde a la Iglesia para estar presentes a las diferentes misas que se ofrecerán.
“Es muy estimulante, relajante, te ayuda a encontrarte contigo mismo”, coinciden personas que acudieron al viacrucis.


