Bonito viaje, Pau Donés

Pau Donés y su cangrejo (como él llamaba a la enfermedad) compartieron el mismo cuerpo durante cinco años. Jamás le causó gracia la convivencia, pero aprendieron a coexistir. Contrario a la habitual apariencia derrotista con la que los seres humanos enfrentan a los crustáceos que llegan a manifestarse en su interior, el español lo tomó […]

10/06/2020

Pau Donés y su cangrejo (como él llamaba a la enfermedad) compartieron el mismo cuerpo durante cinco años. Jamás le causó gracia la convivencia, pero aprendieron a coexistir. Contrario a la habitual apariencia derrotista con la que los seres humanos enfrentan a los crustáceos que llegan a manifestarse en su interior, el español lo tomó de la pinza para dar una lección digna de la perpetuidad: hay que vivir al máximo y sin miedo.

Ayer llegó su momento de descansar. La familia Donés Cirera comunicó en los portales de Jarabe de Palo, el proyecto que emprendió en 1996 y ahora forma parte de la historia, que a sus 53 años partió.

En 2015 fue diagnosticado. El crustáceo se alojó en el colon y dictó el renacimiento de Pau Donés Cirera, cuyo primer paso en el mundo se dio el 11 de octubre de 1966.

La tristeza que embarga su pérdida es natural; sin embargo, sus últimos años no tuvieron límites. Le regaló a su hija Sara, de 16 años, todos sus últimos años, porque siempre sintió arrepentimiento el haberse perdido la primera parte de su vida por la ajetreada vida del músico. Bolas y Fideos, su par de perros, también lo disfrutaron en las eternas caminatas por las cordilleras y los bosques.

“Tengo un contacto con la naturaleza muy pegado. Es parte de mi ser. Si se trata de subir montañas siempre trato de buscar la más emocionante, la que tenga más subida y tenga una bajada nevada para descender rápidamente con mi tabla de snowboard. Si voy al mar, me subo a un velero en un día de mucho viento para trepar las olas a todo gas.

“Es importante esa sensación de sentirme vivo”, se sinceró hace tres años que otorgó la última entrevista para Excélsior.

Aquella ocasión, Pau lucía débil corporalmente, pero con un ánimo por las nubes. Sólo pensaba en comer mole de olla, saludar amigos en el Vive Latino, tocar e ir perfilando su retiro. Antes, regaló el libro y el disco biográfico 50 Palos…y sigo soñando. Un año después, en octubre de 2018 vino el retiro y la desaparición de redes sociales.

También ayer Enrique Bunbury, gran amigo de Donés y cómplice en la obsesión de que éste grabara su último disco, Tragas o escupes, apenas lanzado a finales de mayo, compartió brevemente qué fue de su breve retiro.

“Me dijo que se venía a vivir a Los Ángeles, a surfear y pasar el tiempo con su hija, a estudiar. Les ayudamos a buscar casa y colegio y se instalaron en Venice Beach. No pasaron más de dos o tres meses, cuando me llamó para pedirme un bajo. Le pasé mi Fender Jazz Bass, con el que grabó todos los demos y su último disco”, relató el aragonés en sus redes sociales.

Él fue de los primeros en escuchar los nuevos temas y en enterarse que se regresaba a España. Ya le quedaba poco tiempo.

Pau volvió a España y regresó en redes sociales en plena pandemia. Su rostro mostraba más arrugas, su cuerpo más flaco de lo normal, pero siempre con la sonrisa imborrable que lo distinguió. El 2 de junio, el pequeño Yue, un vecino suyo le dio una carta, de sus últimos regalos que, sin duda, engloba el cariño que la gente que fue tocada por su música le tenía.

“Hola Pau, soy Yue, tu vecino de enfrente y quiero escribirte estas líneas para decirte que siempre han gustado tus canciones y como las cantas. Adiós”, dice la carta que compartió de inmediato en redes y la última publicación que hizo en vida.

Las canciones de Tragas o escupes vislumbraron una cruda despedida, una que Humo, el sencillo de 50 Palos, anunció en 2017. Pau se estaba despidiendo de todos con su guitarra, con versos, agradeciendo a los doctores que cuidaron de él todo este tiempo y a la gente que le dio un espacio a toda su música en su corazón.

Excélsior


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