“Dogville”, al teatro
La historia de Dogville, llevada al cine en 2003, dirigida por Lars von Trier y protagonizada por Nicole Kidman, llegará al Teatro Helénico en septiembre de 2018, reveló a Excélsior el dramaturgo mexicano Miguel Cane, quien ahora presenta en temporada su obra Almas perdidas. “Después de mucho tiempo volví a escribir novelas, tengo una obra […]

La historia de Dogville, llevada al cine en 2003, dirigida por Lars von Trier y protagonizada por Nicole Kidman, llegará al Teatro Helénico en septiembre de 2018, reveló a Excélsior el dramaturgo mexicano Miguel Cane, quien ahora presenta en temporada su obra Almas perdidas.
“Después de mucho tiempo volví a escribir novelas, tengo una obra escrita que se llama Laura Dieste para el año próximo, que dirigirá Sebastián Sánchez Amunátegui, y Dogville, una versión en español que estrenaremos luego de mucho esfuerzo. Yo hice la traducción y produzco junto con Eloy Hernández.
“Tenemos un elenco notable como Ximena Romo, Alfonso Dosal, Claudia Ramírez, Alejandro Calva, Gerardo González, Laura Almela, Mercedes Olea… es espléndido. Ya están firmados, son 14 actores en escena y nuestro director es Fernando Canek, hijo de Fernando Luján y quien fuera director de El fantasma en el espejo (…) Él tiene la libertad de hacer lo que quiera y romper con cualquier comparación que se dé con el cine, así que confiamos plenamente en él”, afirmó Cane en entrevista.
Dogville relata la historia de Grace Mulligan, en cine recreada por Kidman, quien se esconde de unos sicarios en una pequeña ciudad llamada como la obra, ubicada en Colorado. Ahí los vecinos le ofrecerán refugio a cambio de trabajos físicos y tendrá que ganarse la aceptación de cada habitante para quedarse, incluso aunque comiencen a atentar contra su propia dignidad, pues esto podría ponerla otra vez en peligro de muerte.
TERROR, A ESCENA
Acerca de Almas perdidas, que se presenta en el Foro Lucerna, Cane reveló que es una historia que le debía a su escritor más joven y mucha de su inspiración vino de novelas como La maldición de Hill House, de Shirley Jackson; Julia, de Peter Straub; los cuentos de fantasmas de Édgar Allan Poe; Rebeca, de Daphne Du Maurier, y El fantasma de Canterville, de Oscar Wilde.
“Cuando tenía 13 años me caí de un árbol y me rompí las piernas por accidente. Pasé varios meses en recuperación. No podía hacer mucho más que leer. Por alguna razón me regalaron muchos libros de fantasmas y pensé: ‘¿por qué no escribo mi propia historia de fantasmas?’. Quería hacerlo en un entorno que me fuera más familiar, en México.
“Con los años, Almas perdidas pasó por muchas encarnaciones. Esa primera novelita escrita a mano en un cuaderno, mi mamá la encontró hace algunos años y me devolvió el manuscrito. La releí y había algo ahí que quería vivir. Busqué la manera de volverla a escribir y surgió la imagen de una pareja en el vuelo de un avión que se convirtió en una obra teatral para los actores Andrea Portal y Diego Cooper, cuyo trabajo ya conocía y me gusta mucho. En todos los personajes hay un pedacito mío”, relató Cane, autor también de la obra Somos eternos.
Desde su punto de vista, “el más allá” siempre ha intrigado a la humanidad y sobre todo a los escritores, pues las preguntas acerca de lo que existe en la muerte son latentes.
Almas perdidas —dirigida por Roberto Cavazos y protagonizada también por Jordi Rosh, Amaya Blas, Tanya Hungtinton y Pablo Torres Ramos—, aborda lo que le sucede a Patricia y Ricardo, una pareja que acaba de perder a su único hijo en un trágico accidente. Tras la separación, ella se muda a una casa en donde la espera el fantasma de un niño que podría ser su hijo o quizá el de alguien que guarda un secreto del pasado.
“Nuestro logo es ‘los fantasmas no existen’, en donde el ‘no’ está borroso. Nos convencemos a nosotros mismos de que los fantasmas no existen, pero creo que sí, de un modo o de otro, ya sea que los inventemos o que haya un algo más allá.
“También se habla de estos padres que pierden a su hijo y que nominalmente son huérfanos, pero creo que la palabra se queda muy corta en ese sentido. El huérfano que pierde a sus padre, aún tiene una vida que seguirá, pero los padres que perdieron a un hijo, no importa la edad que tengan, ellos qué van a hacer, porque es una vida que se truncó, no la verán. Se habla del duelo, del dolor de Patricia, es el motor de esta historia”, aseguró.
Aunque Cane, de 43 años, cree en los fantasmas, nunca ha visto uno, pero disfrutó desempolvar este relato que comenzó a escribir 30 años atrás.
“Se la debía a ese niño que estaba en una cama de hospital escribiendo con una pluma en un cuaderno”.
Excélsior