“El globo flotando”, puente terapéutico

En hebreo la palabra shjol designa a los padres que han perdido a sus hijos. Sin em­bargo, en otros idiomas no existe una forma de nombrar a quien sobrevive a la muerte de un hijo. La naturaleza indi­ca que los padres partirán an­tes, pero cuando la situación se revierte, llega el descon­cierto, el dolor profundo […]

25/02/2018

En hebreo la palabra shjol designa a los padres que han perdido a sus hijos. Sin em­bargo, en otros idiomas no existe una forma de nombrar a quien sobrevive a la muerte de un hijo. La naturaleza indi­ca que los padres partirán an­tes, pero cuando la situación se revierte, llega el descon­cierto, el dolor profundo y la incredulidad.

Acerca de tal duelo y de aprender a despedirse es de lo que habla la obra El globo flotando, escrita por Alberto Rojas Apel, dirigida y adapta­da por Juan Carlos Roldán, y protagonizada por Fernando Canek, Sofía Beatriz López y Víctor Hugo Reyes.

Tras cuatro temporadas en diferentes espacios, inicia una quinta en el Teatro NH.

Fernando Canek, hijo de Fernando Luján, interpreta a un padre, quien ha perdido a su hijo en un accidente.

“Hay una madurez mayor al comprender la obra a ni­vel personal y social tras cinco temporadas. Es una obra muy positiva tanto para padres como para niños, y el perso­naje del papá madura mucho más, pues entiendo emocio­nalmente las cosas de otra manera.

“Cuando uno experimen­ta pérdidas en lo personal y las puede traducir a una obra como ésta, cobran otro sen­tido. Sin embargo, la obra es enriquecedora, viva y diver­tida, es una celebración de la vida en general; es de esos momentos en que padres e hijos pueden tener una cone­xión íntima a raíz de una ex­periencia de entretenimiento”, señaló Canek a Excélsior.

El globo flotando relata lo que le sucede a Eloy, un niño de ocho años, hijo de padres separados, quien en un pa­seo con su padre en un cen­tro comercial pierde su globo, que vuela hacia el techo. Sin embargo, en el trayecto a casa de su madre, el niño pla­nea cómo bajarlo, se fuga y sufre un accidente.

Tras la pérdida de su hijo, el padre de­cide recuperar el globo extraviado. El juguete infantil se con­vierte en su hijo; recrea esta metáfora de un ser li­berado y dolorosamente inalcanzable.

“Ha sido un amplio aba­nico de público. Hemos teni­do a familias que comparten funciones con nosotros, más de una vez, porque la obra les conmueve de una mane­ra muy especial. Quienes no han tenido pérdidas tan fuer­tes, tienen una experiencia de condición humana muy enaltecedora y los papás en­cuentran una forma didáctica de hablar con sus hijos del tema. Quienes no son padres, salen muy conmovidos, pues la historia toca fibras hu­manas”, destacó Canek.

El globo en la puesta en escena cobra diferentes sig­nificados, como la ha hecho el cine con películas como la animada Up: una aventura de altura (2009) o El globo rojo (Le Ballon Rouge, 1956).

“Tener una historia amena para los niños, a raíz de una aventura de personajes entra­ñables y contarles este senti­do metafórico de las cosas o específico, basado en cómo se desenvuelve la anécdota, hace que los niños se acerquen a temas muy complejos de una manera poco condescendien­te; hay que tomarlos como se­res pensantes.

“Esta obra es de teatro ex­perimental de Alberto Rojas, quien encontró que el globo tiene un gran simbolismo en la literatura, el cine y el teatro. Es un gran elemento, porque cuando somos niños sentimos una gran atracción por los glo­bos, porque pueden elevarse y estimulan la imaginación. Es un símbolo universal y en este caso es un personaje im­portante por lo que representa, pero también porque es la ex­cusa de la anécdota: rescatarlo es tan importante para el hijo como para el padre”, concluyó.

Excélsior


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